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lunes, 17 de diciembre de 2012

Disfruta y aprende


Aquí os dejamos un jueguecillo para que paséis un buen rato sin dejar de aprender. Se trata de una especie de trivial con varias fases, que desafiará vuestros conocimientos sobre el Mundo Clásico. ¡Suerte!


Y de paso, os obsequiamos con otros dos recursos multimedia, sencillos y entretenidos.

  
Este os servirá para conocer un poco mejor la sociedad romana.

 Este otro os enseñará cómo los romanos transformaron el mapa de su tiempo.

Wilfried Stroh, adalid de la lengua latina


Este profesor emérito de Filología clásica de la Universidad de Múnich ha dedicado su vida a difundir su pasión por el latín. Sus esfuerzos, que trascienden la enseñanza, pasan por la publicación de libros y la colaboración en los medios de comunicación. Pero hay algo que lo hace aún más especial y encomiable a nuestros ojos: su capacidad, probada en este y otros vídeos, para resucitar la vieja lengua de los romanos con retórica ciceroniana. Solo dadle al play y dejaos llevar.

martes, 11 de diciembre de 2012

Cantos fúnebres a mascotas en la poesía latina

Los trenos o epicedios por la muerte de animales eran ya motivo poético frecuente en los autores griegos incluidos en la Antología Palatina. En la literatura latina, este testigo fue recogido ya en el siglo I a. C. por el círculo de los neotéricos, poetas preciosistas que trataban temas banales, cuyo máximo exponente es Catulo. 

Catulo llora al gorrión de su amada Lesbia en el tercer poema de su Liber Veronensis

Sir Lawrence Alma-Tadema, Lesbia llorando
a su gorrión,
1866, óleo sobre lienzo, colección privada.
lugete, o Veneres Cupidinesque,
et quantum est hominum uenustiorum:
passer mortuus est meae puellae,
passer, deliciae meae puellae,
quem plus illa oculis suis amabat.
nam mellitus erat suamque norat
ipsam tam bene quam puella matrem,
nec sese a gremio illius mouebat,
sed circumsiliens modo huc modo illuc
ad solam dominam usque pipiabat.
qui nunc it per iter tenebricosum
illuc, unde negant redire quemquam.
at uobis male sit, malae tenebrae
Orci, quae omnia bella deuoratis:
tam bellum mihi passerem abstulistis
o factum male! o miselle passer!
tua nunc opera meae puellae
flendo turgiduli rubent ocelli.

"Lamentaos, Venus y Cupidos, y cuantos hombres hay sensibles. Ha muerto el gorrión de mi niña, su gorrión, delicia de mi niña, al que ella amaba más que a sus propios ojos. Pues era dulce y la conocía tan bien como una muchacha a su madre, y no se apartaba de su regazo, sino que saltando de un lado a otro piaba sin parar sólo a su dueña. Ahora avanza por tenebroso camino hacia aquel lugar de donde niegan el regreso a todos. Mas malditas seáis, malvadas tinieblas del Orco, que devoráis todo lo bello; me habéis arrebatado tan bello gorrión. ¡Oh pérfido crimen! ¡Oh pobre pajarillo! Ahora por tu culpa se enrojecen hinchados de llanto los ojitos de mi niña."

En este enlace tenemos la posibilidad de escuchar el poema recitado con la pronunciación correcta.

Esta tradición la siguieron otros poetas latinos. El gran elegíaco, Ovidio, lloró en una de sus composiciones al papagayo de su amada, Corina. La capacidad de repetir palabras que tiene este tipo de aves fascinó a los hombres de la antigüedad, que pagaban altos precios por adquirirlas. En el extenso poema al que nos referimos (Amores, II, 6), Ovidio llama a todos los pájaros al funeral del papagayo:

ite, piae uolucres, et plangite pectora pinnis
    et rigido teneras ungue notate genas.

"Id, piadosas aves, y golpead vuestros pechos con vuestras alas, y rasgad con dura garra vuestras tiernas mejillas." Después, cuenta cómo el papagayo y su dueña se querían, lo cual queda resaltado por la despedida del ave (clamauit moriens lingua: "Corinna, uale"; "su lengua al morir gritó: «adiós, Corina»") y con el epitafio supuestamente grabado en su sepultura (colligor ex ipso dominae placuisse sepulcro, / ora fuere mihi plus aue docta loqui; "de mi sepulcro mismo se deduce que fui grato a mi dueña, tuve una boca que sabía hablar más que cualquier ave").

Inspirado en las composiciones previas de Catulo y Ovidio, Estacio escribió también un canto fúnebre a un papagayo (Silvae, II, 4), el de su amigo Atedio Melior. 

psittace dux uolucrum, domini facunda uoluptas,
humanae sollers imitator, psittace, linguae,
quis tua tam subito praeclusit murmura fato?
hesternas, miserande, dapes moriturus inisti
nobiscum, et gratae carpentem munera mensae
errantemque toris mediae plus tempore noctis
uidimus. adfatus etiam meditataque uerba
reddideras. at nunc aeterna silentia Lethes
ille canorus habes. [...]

"Papagayo, rey de las aves, elocuente placer de tu amo, papagayo, hábil imitador de la lengua humana, ¿quién ha apagado tus murmullos con muerte tan repentina? Próximo a la muerte asististe con nosotros, desgraciado, al banquete de ayer, y te vimos picoteando los presentes de una mesa amable y vagando después de la media noche por nuestros lechos. Incluso, hablándonos, repetiste las palabras aprendidas. Pero, ayer cantarín, hoy guardas el eterno silencio del Leteo."

Como colofón, vale la pena incluir el poema de Marcial a la perrita de un tal Publio (I, 109), quizá el más bonito de todos. Está inspirado directamente en la composición de Catulo que hemos visto, como el propio autor deja ver en el primer verso, y también en el metro utilizado, el endecasílabo falecio. Sin embargo, el poeta hispano incorpora un cambio, que, por cierto, agradecemos: el animal no ha fallecido. 

Ante las dificultades para hacernos con una imagen de Isa,
ponemos una de Samba.
Issa est passere nequior Catulli,
Issa est purior osculo columbae,
Issa est blandior omnibus puellis,
Issa est carior Indicis lapillis,
Issa est deliciae catella Publi.           
hanc tu, si queritur, loqui putabis;
sentit tristitiamque gaudiumque.
collo nixa cubat capitque somnos,
ut suspiria nulla sentiantur;
et desiderio coacta uentris            
gutta pallia non fefellit ulla,
sed blando pede suscitat toroque
deponi monet et rogat leuari.
castae tantus inest pudor catellae,
ignorat Venerem; nec inuenimus            
dignum tam tenera uirum puella.
hanc ne lux rapiat suprema totam,
picta Publius exprimit tabella,
in qua tam similem uidebis Issam,
ut sit tam similis sibi nec ipsa.           
Issam denique pone cum tabella:
aut utramque putabis esse ueram,
aut utramque putabis esse pictam.

"Isa es más traviesa que el gorrión de Catulo, Isa es más pura que el beso de una paloma, Isa es más cariñosa que cualquier muchacha, Isa es más valiosa que las piedras de la India, Isa es una perrita, la delicia de Publio. Esta, si se queja, pensarás que habla; puede sentir la tristeza y la alegría. Se acuesta apoyada en su cuello y coge el sueño, sin que se note suspiro alguno; forzada por la necesidad de su vientre, nunca manchó el manto con una gota, sino que lo despierta con su suave pata y le avisa para que la baje de la cama y le pide que la suba. Tan grande es el pudor de esta casta perrita, que no conoce a Venus, y no hemos encontrado a un varón digno de tan tierna muchacha. Para que la última luz no se la arrebate del todo, Publio la ha hecho pintar en un cuadro, en el cual verás a una Isa tan parecida, que ni ella se parece tanto a sí misma. Para terminar, pon a Isa junto al cuadro: creerás que las dos son de verdad, o creerás que las dos son pintadas."

lunes, 10 de diciembre de 2012

El origen de la mayonesa

¿De dónde viene esa salsa que tan buenos momentos nos depara? Es esta una cuestión controvertida.

Parece que los íberos del Levante hispano, en época prerromana, conocían ya el machacado de ajos con aceite de oliva. En época medieval, en un texto catalán del siglo XIV, aparece citado como "all-y-oli": del latín alium, "ajo", y oleum, "aceite". Hay noticias de que también se conocía la variante que añadía huevo a la receta.

Cuando en 1756, en el contexto de la Guerra de los Siete Años, los franceses invadieron Menorca, en poder entonces de los británicos, conocieron allí la salsa y la introdujeron en su país, donde, por cuestión de gusto, se le quitó el ajo. Parece ser que se le dio el nombre de mahonnaise, "de Mahón", localidad menorquina de donde se había importado. La denominación se extendió después a España, dado el afrancesamiento de la cocina en aquellos tiempos,. 

No tardó en aparecer, frente a la forma original "mahonesa", una distinta, "mayonesa", y esta doble posibilidad alimentó una disputa sobre el origen de la deliciosa salsa: ¿era española, de Mahón, o francesa, de Bayona? El debate quedó sin resolver hasta casi finales del siglo XX, en que Camilo José Cela publicó este maravilloso artículo revisando toda la bibliografía pertinente. El cambio fonético que había hecho aparecer una yod intervocálica rompiendo el diptongo era francés, y la forma -por lo tanto, francesa- "mayonesa" se había extendido al español a partir de traducciones de textos franceses en los que aparecía como mayonnaise.

Vista aérea de Mahón.
La mahonesa o mayonesa debe su nombre, así pues, a la población de Mahón. Pero, ¿de dónde procede el nombre de esta localidad? Curiosamente, del hermano menor del terrible cartaginés Aníbal Barca, Magón. Magón Barca había desempeñado un importante papel en la Segunda Guerra Púnica (219-203 a. C.): participó en las batallas de Trebia y Cannas, sometió y se atrajo varias ciudades del sur de Italia, y dirigió una excelente campaña militar en Hispania. Sin embargo, tuvo que abandonar la Península Ibérica en 205, después de que la última base que le quedaba, Gades -Cádiz-, se rindiese a los romanos. Tras azotar y crucificar a los magistrados de esta ciudad por negar refugio a sus tropas, Magón se hizo a la mar y terminó desembarcando en el este de Menorca, en un puerto natural. Allí fundó el embrión de ciudad que, tras ser anexionado por los romanos, recibió el nombre de Portus Magonis, "Puerto de Magón", y que terminaría convirtiéndose en la Mahón actual. 


domingo, 9 de diciembre de 2012

Una oradora romana

Jacques-Louis David, El rapto de las sabinas1799
Óleo sobre lienzo, 385 x 522 cm, Museo del Louvre.
En vista de la injusticia con que la historia ha tratado a las mujeres hasta los tiempos más recientes, hoy vamos a desempolvar el caso de una soberbia fémina romana, de nombre Hortensia. Los hechos que la hicieron famosa no remontan a la época más antigua de la Urbe, donde no se puede discernir la leyenda de la realidad, y donde, por desgracia, se datan las más célebres actuaciones femeninas positivas. En efecto, no podemos saber hasta qué punto es verídico el relato del rapto de las sabinas, o el de la intercesión de la madre y la mujer de Coriolano cuando este trataba de tomar Roma con un ejército. En cambio, la principal obra para acceder a Hortensia es la de Apiano (Guerras civiles, IV, 31-34), historiador griego del siglo II, que por lo común es considerado una fuente fiable.   

Vivió nuestra Hortensia en el siglo I a. C., y poco más podemos hacer por detallar su cronología. Su padre fue el ilustre orador Quinto Hortensio Hórtalo, nacido en 114 y muerto en 50 a. C. De él había recibido una excelente formación retórica, anómala en las mujeres de su tiempo, que daría sus mejores frutos en el año 42, en el que se sitúan los hechos que nos ocupan. Por aquel entonces, en un contexto de prolongadas y continuas guerras civiles en la República romana, acababa de constituirse el Segundo Triunvirato: la alianza entre Octaviano, Antonio y Lépido gobernaba el Estado, frente a los rebeldes cesaricidas Bruto y Casio. Las muchas legiones movilizadas, junto con los demás gastos bélicos, agotaban el tesoro público, y los triunviros ya habían cometido muchos abusos para financiar su campaña. El último había sido confiscar las propiedades de los ciudadanos proscritos, todos ricos, pero nadie había mostrado gran interés en los terrenos, que habían tenido que ser vendidos a precios bajos: no era buen momento para demostrar poder adquisitivo.

Para paliar este fracaso recaudatorio, los triunviros pusieron en práctica una idea, como poco, innovadora: publicaron un edicto exigiendo a 1.400 de las mujeres más ricas de Roma tasar su fortuna y aportar el tributo que correspondiera a cada una, según sus bienes. Las mujeres romanas no gozaban del estatuto de ciudadanía, por lo tanto no pagaban impuestos y estaban relativamente apartadas de los negocios. Si había tantas que manejaban sumas de dinero considerables, se debía a que las habían heredado de padres o maridos caídos en las constantes luchas fratricidas que llevaban más de cuarenta años sacudiendo la República.  

Estas 1.400 mujeres no encajaron el agravio estoicamente. Primero apelaron a los familiares más cercanos de los triunviros, sin éxito alguno. Fulvia, esposa de Marco Antonio, las remitió con malas maneras al foro, centro de la vida política, donde la presencia femenina no tenía cabida. Sin embargo, rompiendo por una vez los rígidos moldes que las apartaban de las decisiones comunitarias, todas las romanas afectadas se citaron en el mismo foro con los triunviros.

En este punto cobra Hortensia todo el protagonismo: ella se encargó de pronunciar un discurso en nombre de todas las afectadas. A decir de Valerio Máximo (VIII, 3, 3), el gran Hortensio revivió y respiró de nuevo a través de las palabras de su hija, tal era la calidad de su elocuencia. No conservamos las palabras exactas, pero Apiano nos ha transmitido su contenido, dejándonos ver lo acertado de sus razones. Hortensia se quejaba de que los triunviros ya habían proscrito y asesinado a los hombres de sus familias, alegando que habían cometido males contra ellos, y de que ahora pretendían terminar de deshonrarlas privándolas de sus propiedades, a ellas que de ningún modo se les habían opuesto. Preguntó por qué unas mujeres tenían que pagar aquella tasa, si no participaban de los honores ni del poder por los que se combatía, y estaban exentas de impuestos por su propia condición. No aceptaba que usaran la guerra como justificación de sus injurias, pues, como manifestó, siembre había habido guerras, y en ocasiones anteriores las mujeres de Roma habían contribuido voluntariamente sacrificando sus joyas. Ahora las coaccionaban, las obligaban a pagar con sus tierras o su dinero, y las amenazaban con ofrecer recompensas por delación si trataban de ocultar su riqueza, y esto no pensaban tolerarlo. Hortensia remató su intervención asegurando que, si se diese una guerra con un pueblo extranjero, todas ellas apoyarían económicamente a su patria de buen grado, pero no contribuirían para que los romanos siguiesen matándose entre sí.

¿Inspiraría Hortensia la carrera de
alguna gran oradora?

Lo cierto es que la manifestación y las reivindicaciones femeninas enfurecieron a los triunviros, no acostumbrados a que las mujeres los desafiasen y cuestionasen sus decisiones. ¿Cómo podían rebelarse así, mientras los hombres aceptaban sus mandatos sin rechistar y combatían por ellos en las legiones? Inmediatamente ordenaron a los lictores que expulsaran a toda aquella turba de la plaza, pero el alboroto que se suscitó los hizo desistir. Así pues, resolvieron posponer la decisión hasta el día siguiente. La necesidad de ingresos los apremiaba, pero Hortensia y sus compañeras habían vencido, obligándolos a modificar el edicto: el número de mujeres que tendría que aportar parte de su fortuna se redujo a 400, y se compensó la diferencia con un tributo similar que afectaba a todos los hombres, ciudadanos o extranjeros, que rebasasen cierto umbral económico.   



viernes, 7 de diciembre de 2012

Tradición clásica donde nadie se la espera


¿Reconocéis esta imagen? Efectivamente, es uno de los iconos utilizados por el célebre programa informático Nero Burning ROM, y representa el viejo Coliseo de Roma en llamas. Pero, ¿por qué se ha utilizado esto como icono de un programa de grabación de CDs y DVDs? La respuesta nos remite a un pasado muy lejano: la antigua Roma.

La clave reside en el nombre del programa: Nero Burning ROM es en realidad un juego de palabras. Desarrollado por una empresa alemana, se comercializó con un nombre inglés que le facilitase el éxito en el mercado internacional. Burning hace referencia al proceso de grabar información en un CD o DVD, llamado "quemado" porque, literalmente, un láser va quemando el disco a diferentes temperaturas. ROM son las conocidas iniciales de read-only memory, "memoria de solo-lectura", el medio de almacenamiento de datos utilizado por CDs y DVDs. Y ¿qué pasa con Nero?

Nero es la forma original latina del nombre del emperador Nerón, conservada tal cual en las lenguas inglesa y alemana. Esto nos aclara las cosas, sobre todo si tenemos en cuenta que Rom es la palabra alemana para designar la ciudad de Roma, de pronunciación similar a la inglesa Rome. El puzzle se completa: Nero Burning ROM es lo mismo que "Nerón quemando Roma".

Así pues, el nombre del programa hace alusión a la más difundida versión del incendio que arrasó media Roma en verano de 64 d. C.: Nerón hizo quemar gran parte de la ciudad mientras observaba el espectáculo cantando y tocando la lira, para después construirse una inmensa mansión en el terreno despejado. Aunque lo de construir la mansión es cierto -la famosa Domus Aurea-, no está tan claro que fuese el responsable del fuego, y menos que la estampa le provocase tal inspiración. Si ha cargado históricamente con la culpa, lo más seguro es que se deba a la mala prensa que se ganó con sus crueles e irracionales caprichos. Nerón, para acallar los rumores -o ¿quién sabe si con razón?-, acusó de la catástrofe a la secta emergente de los cristianos, e hizo ejecutar a muchos de ellos con horribles suplicios. 

En todo caso, la imagen del Coliseo en llamas es un flagrante anacronismo, pues en vida de Nerón ni siquiera estaba proyectada la construcción del edificio.

El asombroso viaje de Pomponio Flato




El galardonado escritor barcelonés Eduardo Mendoza lleva ya unas cuantas décadas deleitándonos con su producción. Quizá lo que más lo caracteriza son los buenos ratos que nos ha hecho pasar con algunas de sus obras, como El misterio de la cripta embrujada o la inmortal Sin noticias de Gurb

Por si no estaban suficientemente demostradas sus dotes para el humor y las tramas criminales, y lo que es más difícil, para combinar ambas cosas, en 2008 nos obsequió con un título que disipó toda sombra de duda. Nos referimos a El asombroso viaje de Pomponio Flato, una parodia de novela histórico-policíaca que a los devotos del mundo clásico nos interesa especialmente. 

En este libelo de 190 páginas, Mendoza nos cuenta las aventuras  -o más bien desventuras- que el ciudadano romano Pomponio Flato vive en su búsqueda de la sabiduría. Aquejado por una afección estomacal muy en consonancia con su cognomen, nuestro protagonista llegará a una pequeña ciudad llamada Nazaret. La penosa condición que lo arrastra allí lo obligará a ponerse al servicio de un curioso niño judío llamado Jesús, que trata de salvar a su padre, José, de morir clavado a una cruz que él mismo ha fabricado.

Para quienes sean menos duchos en el mundo antiguo, el autor incluye un pequeño apéndice destinado a aclarar los puntos más oscuros. El trabajo de documentación es tan preciso como cabría esperar. 

No es necesario decir nada más. Solo queda que os hagáis con la novelita y le dediquéis una tarde para la que no tengáis planes. La intriga y, sobre todo, la diversión, están garantizadas.